El bestiario románico de Alne (Yorkshire) Y LA BALLENA

Estudiamos el último y aparatoso elemento identificable de la portada de Alne: la ballena. No lo parece, puesto que lo que muestra es un barquito a vela tripulado por dos hombres y las letras reconocibles por Druce eran : A   PI   O, que corresponden a ASPIDO, ya que el animal que protagoniza la escena, con una bella elipsis que tanto nos gusta del románico, es la ballena, el ASPIDOQUELONIUS o aspido testudo. (aspido:escudo;quelonio: tortuga).

La Biblia hace a la ballena protagonista de la azarosa salvación de Jonás, clara representación de la resurrección de Cristo. Además de sus características adecuadas para ocupar un lugar en el bestiario, terminaremos con una mención a una de las más imaginativas proezas medievales: el viaje de San Bandrán.
En el bestiario se potencia el tamaño del cetáceo de modo que lo hacen confundir a los marineros con una isla, que es lo que muestra el medallón de Alne. También era llamado fasticalon. Lo veían con una piel de color tierra, lo que ayudaba a confundirlo con una isla.
Cuando los barcos navegaban por mares exóticos, divisaban una isla en la que desembarcaban y hallaban plantas y árboles. Luego encendían un fuego para cocinar y calentarse y como se trataba de la joroba de una ballena, ésta al sentir el calor, se sumergía y arrastraba barcos y tripulantes al fondo del mar. Se consideraba a la ballena o aspidoquelonius capaz de abrir su gran boca y dejar entrar en ella a multitud de peces pequeños, que luego tragaba.  Los peces grandes ya conocían ese peligro y lo evitaban.
Medallón de la portada románica de Alne (Y0rkshire) con el aspido

Así lo describe en su estudio sobre el bestiario Malaxecheverría, añadiendo que en su aliento despide un atractivo olor, cosa que algún estudioso sólo puede explicar por la proximidad de su descripción en el bestiario a la figura de la pantera, que ya hemos estudiado.
La enseñanza moral no puede ser otra que evitar las tentaciones: Así tienta el demonio y los herejes con sus palabras agradables y la seducción de su aroma, a los simples que carecen de juicio…Job fue un pez adulto, lo mismo que Moisés, Jeremías, Isaías y todos los profetas. Igualmente tuvo fuerzas Judit para escapar a Holofernes, Ester a Artajerjes, Susana a los ancianos y Tecla a Tamiris.(Santa Tecla era santa discípula y compañera de San Pablo y un modelo de castidad femenina).
Otro nombre, probablemente latino, lo denomina Cetus, que ya señala mejor al cetáceo como lo conocemos. “El cetus es el demonio, la mar es este mundo y las arenas son las riquezas terrenas; el alma es el marinero y el cuerpo la nave que debe cuidar y el fuego es el amor con el que el hombre, como dueño, ama su oro y su plata. Cuando el demonio se da cuenta de esto, y más seguro se siente el hombre, entonces le ahoga”, termina la cita.
En el texto de Evans que venimos usando “Animal symbolism in ecclesiastical architecture” se añade que se tardaban tres días en recorrer el animal de la cabeza a la cola y que una tradición árabe achacaba los terremotos al movimiento de la monumental fiera.
En “la versión C del fisiólogo latino” del trabajo de Docampo,Martínez y Villar se dice ( MS 318 Berna f 15 y 16) : A este animal se asemejan las mujeres fornicadoras, de las que dice Salomón: Porque mana la miel de los labios de la meretriz, que unge tu rostro con ungüento; pero después resulta más amarga que la hiel, y más cortante que una espada de doble filo; ella hunde en las tinieblas al pecador. Pero no se acercan a ella los perfectos y los cautos, como lo fue José ante la mujer egipcia, como lo fue Elias rechazando a Jezabel,como lo fue Susana en medio de los viejos. Con razón, por tanto,es asimilada la mujer a este pez.
Capitel de Vezelay con el episodio de José y la Putifara (foto de Roger Joseph en flirck)


De estos ejemplos  citados por Salomón, quizás el menos conocido sea el del casto José, hijo de Jacob, famoso por sus sueños de vacas gordas y flacas,  y de exitosa vida entre los faraones, a quien la mujer del eunuco general Putifar, tentó descaradamente hasta el punto de sujetarle por la túnica cuando quería salir huyendo de la peligrosa alcoba. En el subsiguiente juicio contra José por la falsa acusación de la Putifara de intento de violación, pudo acreditar que la túnica estaba rasgada por la espalda, lo que demuestra que el casto joven salía huyendo, y según la acusación de la fogosa dama -justificada por tener por marido a un eunuco- la túnica debería haber sido rota por delante si hubiera tenido lugar tal intento de violación. Así aparece en el capitel la dama tirándose de los pelos y con la túnica en el brazo mientras al pobre José le muelen a palos los criados de Putifar. Como es lógico, no se compara a la dama con una ballena, sino su comportamiento tentador. No parecía estar tan gorda.
La razón de la inclusión de este medallón con la ballena “que no vemos” pero que es sobre la que aparecen los dos hombres en el barco de vela, se debe muy probablemente a la leyenda del viaje de San Brandán, original de los siglos V y VI y muy popular sobre todo entre los pueblos irlandeses y celtas hacia el siglo X, lo que provocaría su inclusión en este bestiario.
British Library, Royal MS 2 B. vii, Folio 111r (de la web bestiary.ca)

En un gran trabajo de Dolores Corbella en la revista Filologia Románica de la Univ.Complutense de Madrid de 1991, titulado “El viaje de San Brandán, una aventura de iniciación” se analiza este viaje de iniciación del santo irlandés acompañado de otros catorce(2 x 7) monjes en busca del Paraiso Terrenal, repleto de peripecias y hechos asombrosos (el camino iniciático, atraídos por el finis terrae) a la manera de los viajes clásicos de Ulises, Hércules o luego el Dante y actualizados por los peregrinos a Santiago. El hecho de hacerlo a través del agua no deja de ser otra muestra del intento de purificación. También supone una alegoría la materia misma con que está construída su frágil nave: de madera de abeto y envuelta en tiras de piel de buey. En opinión de la investigadora, se propone quizás por primera la vez en la Edad Media la visión de un lugar que empieza a nacer: el purgatorio, como tercera opción del más allá.
Además de asomarse al cielo, también conocen el infierno y tienen ocasión de contemplar a Judas en una visión impresionante. Pero lo que nos interesa en esta historia es lo relativo a la ballena sobre la que sufren la aventura que mencionamos, que se sumerja al sentir el calor del fuego que encienden, aunque sin desgracia que lamentar para los peregrinos. La estancia en esta extraña isla viviente  (el pez-isla) la realizan para celebrar la Pascua, y en los consecutivos siete años del viaje acuden al evento anual, como si el lomo del cetáceo fuera su lugar de culto.


Como se puede ver por el grabado de la wiki, la misa de Resurrección se celebra cada uno de los siete años, sobre el lomo de la ballena, varada al norte de las Islas Afortunadas, que corresponden a nuestras Canarias. Más al norte, la isla de San Brandán (castellanizada como san Borondón).
Muchos de los seres fabulosos del imaginario medieval aparecen en el viaje, un poco a la manera como Baudolino realiza su viaje en busca de la tierra del Preste Juan en la magnífica novela de Umberto Eco, en la que tan sólo la trama es ficción puesto que todos los animales que aparecen han sido tomados de los bestiarios. Quiero decir que Eco ha sido fiel a las descripciones de los bestiarios, lo que no significa que fueran animales reales.
El relato traducido del viaje, cuyo original es desconocido, lo hacen en la revista Cristiandad.org. No falta la reiterativa búsqueda del Grial, la visión del árbol Peridexion, en el que los pájaros explican que son ángeles, combates entre grifos y dragones, y, como hemos señalado, los terribles lamentos de Judas por los padecimientos que sufre cada día de la semana. Termina así: “como va alboreando el día, a Judas se le llevan todos los diablos”.
En un magistral artículo del doctor Prado-Vilar titulado “Nostos: Ulises, Compostela y la ineluctable modalidad de lo visible”, cita los diversos personajes clásicos cuyos viajes míticos han servido de referencia  para la búsqueda de paraísos o perfecciones del cristiano. Así, menciona el hecho de que Dante, a la manera del Judas de San Brandán, sitúa a Ulises en el infierno, queriendo explicar a cada visitante cómo se cerró el mar sobre él y sus hombres cerca de las columnas de Hércules, quizás por querer perpetuarse como peregrino una vez alcanzado su destino original. Como si se condenara el caminar por caminar o el anhelo de querer conocer más de lo que el Creador tiene decidido, que señala el autor.

Dejando aparte ese inusitado final del héroe griego, su figura tan popular en la Edad Media era ejemplo positivo en las representaciones románicas por su resistencia a las tentaciones y su fortaleza de espíritu. Eso es lo que encuentra el profesor en las columnas entorchadas de la puerta francígena de Santiago, que analiza minuciosamente en el artículo. Hay en los monstruos de la columna uno llamado Escila, de torso femenino pero muy dañina por provocar los naufragios y que suele aparecer en compañía de sirenas. A estas infernales figuras se resiste un “Ulises cristomimético” como lo describe Prado-Vilar y uno siente cierta tentación de equiparar la Escila con el Espido, que de ser posible, equipararía la acción de los monstruos-tentaciones con los de San Brandán, ahora viajero en manos de Dios en busca del Paraíso terrenal.
Finalmente, es recomendable la lectura de otro trabajo literario sobre el viaje, elaborado por Regina Valdés de la Universidad católica de Chile, accesible en internet.

Tuxboard.com,

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